Los viajes a la introspección vociferan recuerdos malversados de momentos caóticos, salpicados por todas partes de un tinte irreal y grosero, nada poético, completamente absurdo, sin sentido. Pensamientos agitados que llegan al final del cauce, en un espectáculo invisible donde se mezclan al interior de un pozo séptico, entre sustancias comunes, fétidas y antagónicas. La ternura y la obscenidad, el furor y la malicia, la burla y la maldad, el intento por amar, la calma, la soledad, la muerte y los intrincados caminos de la tontería, no son más que algunos insignificantes pasadizos por donde frecuentan nuestros andares. Escritos contados sin pretender la perfección que un escenario sucio y volcado al desorden podría ofrecer. Ligeros relatos que nacieron para no seguirles el paso, emergieron para ser abortados con premura y sin dolor.